
Ayer tuve una visión. Justo cuando iba caminando hacia el auto, me encontré con mi futuro.
Era una viejita, pero de esas bien viejitas. Con el pelo blanco, caminando encorvada apoyada con su bastón. Tan pequeñita como yo. A su lado, el marido tan viejo como ella. Más alto y menos canoso.
Los miré cuando pasaron a mi lado y me pensé dentro de varios años más.
Entonces imaginé mis años de abuela. Tan carretera como siempre, aprovechando al máximo los viajes de la tercera edad. Juntándome con los driles para discutir lo suelta que está la juventud actual y acordarnos de cuando nosotros éramos jóvenes. Hablando hipocresías como "yo nunca me tomé unas copas de más. Mira esas niñitas de ahora."
Conversando con las niñas del nuevo nieto y mirando a los hijos de Rodolfo correr por el patio de la casa.
Quiero ser abuela chora. De esas que cocinan rico y malcrian a los nietos. De esas que juegan pocker con sus amigos y que se toman más de un vasito de mistela. Quiero criticar los nuevos tiempos y aprovecharme de cada subsidio estatal. Quiero salir a disfrutar de cada sol de la tarde junto a caracol y felicitarnos cada fin de agosto.
Quiero tener una mecedora y tejer chalcitos frente a mi chimenea en invierno. Quiero escuchar a caracol pelear con los gatos porque siempre se acuestan en SU mantita y la dejan llena de pelos.
Quiero irme a dormir con mi viejo cada noche, hasta que una tarde, nuestros cuerpos cansados de odiar a la juventud y agradecidos de tanto carrete, se tomen de las manos para decir adiós.