lunes, febrero 25

El Festival


Bueno, me fui al Festival de Viña. Contando, esta sería la séptima vez que piso la Quinta Vergara... claro que no como artista (pero ya voy, tranquilos).

Como cada año, empezamos a repartir las credenciales y partió el show. Las conferencias de prensa, las miles de preguntas, las necesidades técnicas, los reclamos, los palcos... los malditos palcos. Todo lo que significa tener más de 600 periodistas y gráficos acreditados.
Pero también uno a uno fueron llegando los amigos. Desde Ecuador, República Dominicana, Honduras, Australia, Argentina, Bolivia, Perú y claro, los nacionales también. Ahí estaban, un año después, con la misma buena onda y el imperdible cariño.
El trabajo, el mismo. Resolver preguntas y correr de un lado a otro. Entretenido, cansador pero entretenido.
A todos se nos notan los Festivales que llevamos encima. De los primeros, en los que todavía teníamos ganas de carretear después de llegar de la Quinta, a este... uff cómo se nota que la neurona necesita dormir.
Me gusta estar allá, conversar con los chicos, retar a los que se mandan condoros, correr porque empezó Amango (sí, fui y pedí antorcha para ellos) hacer los informes de prensa y entregar los palcos.
Pero también me gustaría estar acá, en Santiago. Pasar un cumpleaños con mi tía Cuny y la Patty. Haber besado a Martina en su primer año y comer lasaña (y el postre de piña) junto a mi hermano.
Disfrutar de unas vacaciones de verano como hace mucho que no lo hago... pero así es el Festival.
Y cada vez me pregunto ¿qué hago aquí?
De verdad... todavía no lo sé.